El edificio se alza en el Corso Vittorio Emanuele II con una estructura rectangular de tres plantas que ha mantenido inalterada su disposición original, a pesar de algunos daños causados por metralla durante la Segunda Guerra Mundial. Su fachada neoclásica se distingue por la superposición de órdenes arquitectónicos, con columnas jónicas en la planta noble y dóricas en el nivel superior, reflejando el gusto ecléctico de la época y creando un refinado juego de luces y sombras sobre los arcos y cornisas.
En los salones interiores, que en su origen acogían fiestas y recepciones de la nobleza nissena, aún se percibe la atmósfera decimonónica gracias a los estucos de madera y las decoraciones pictóricas, hoy realzadas por una cuidadosa restauración que ha devuelto la elegancia sin desvirtuar su esencia histórica. En 1862, durante su estancia en la ciudad, Giuseppe Garibaldi fue hospedado precisamente entre estos muros, dejando testimonio de la vocación del palacio como lugar de encuentro de los protagonistas del Risorgimento italiano.
Aunque fue modificado para acoger tiendas y comercios en la planta baja, el piso noble conserva estancias comunicadas que invitan a descubrir los detalles arquitectónicos (desde las puertas con marcos moldurados hasta los balcones con barandillas de hierro forjado) y ofrecen vistas del tejido urbano que se extiende desde el centro histórico hacia las colinas circundantes.