Fundado, según la tradición, por los bizantinos entre los siglos VIII y IX y rebautizado por los árabes como Qalʿat-an-Nisāʾ («fortaleza de las mujeres», de donde derivaría el topónimo de la ciudad), el castillo se convirtió en un nudo estratégico en época normanda, conectado visualmente con las torres de Pietraperzia, Sabucina y Capodarso. Las crónicas medievales lo recuerdan como escenario de asedios durante las Vísperas Sicilianas, de los concilios de los barones que en 1358 dividieron Sicilia entre los Cuatro Vicarios y, en 1407, de su paso a la poderosa casa de los Moncada, que mantuvo el feudo hasta la abolición del sistema feudal. Su repentina ruina llegó en la noche del 27 de febrero de 1567: un violento hundimiento del banco de yeso hizo colapsar bastiones, salas de armas y parte de la torre del homenaje; solo permanecieron en pie dos torreones poligonales y tramos de muralla, reutilizados después como cantera de piedra para las obras de la ciudad.
Aún hoy, paseando entre los bloques de calcarenita salpicados de líquenes rojos que le valieron el apelativo de «piedra roja», se distinguen saeteras abocinadas, un tramo de camino de ronda y las bases de la cisterna, mientras el panorama abarca toda la cuenca nissena hasta el puente de Capodarso. Al anochecer, las luces rasantes encienden las cortinas dentadas y acompañan al visitante hacia el cercano Santuario del Señor de la Ciudad, erigido sobre el terraplén meridional. Las leyendas populares cuentan de un caballo de fuego que emerge de los escombros cada noche de San Juan, guardián de un tesoro enterrado por los Moncada, y del fantasma de la princesa Adelasia, sobrina del rey Roger, cuyo espíritu vaga entre las ruinas del castillo en busca de su amor perdido.
Hoy el sitio es una parada obligatoria para quienes desean captar el alma medieval de Caltanissetta: un balcón suspendido entre historia, mito y silencio, donde las ruinas rojizas dialogan con el cielo despejado de la Sicilia interior y recuerdan la fragilidad de todo poder frente a la fuerza incesante de la tierra.