Instituida en 1999 y confiada a Italia Nostra, la reserva protege un tramo espectacular del “Salso”, que fluye entre paredes yesíferas-azufreras comprendidas entre los 795 m de Capodarso y los 706 m de Sabucina. Es un verdadero corredor para garzas, cigüeñas blancas y cigüeñuelas, mientras que entre el matorral se mueven el gato montés, el puercoespín y la tortuga de estanque siciliana. A lo largo del río se encuentran cañaverales salobres y praderas de llantén blanquecino, así como pastizales áridos salpicados con la col de Tineo, endémica, y con los penachos plateados del spazzaforno que bailan con el viento de siroco; en las laderas, la estepa de ampelodesmo deja emerger crestas blancas donde en primavera florecen orquídeas rupícolas.
La reserva forma parte del Geoparque europeo “Rocca di Cerere” y conserva tres minas (Trabonella, Giumentaro, Giumentarello) que narran la epopeya del azufre nisseno, hoy etapas de un trekking industrial entre castilletes oxidados, hornos Gill y cristales de celestina que brillan entre los montones de escoria. El núcleo paisajístico es el Puente Capodarso, audaz arco de piedra mandado construir por Carlos V en 1553 para resistir las crecidas del río: definido en el siglo XVIII como “una de las maravillas de Sicilia”, aún conecta las provincias de Enna y Caltanissetta y ofrece, al atardecer, una vista impresionante sobre el cañón subyacente.
Desde los aparcamientos a lo largo de la SS122, un sendero señalizado permite descender hasta las orillas, bordeando la Cueva de las Maravillas con concreciones alabastrinas y subiendo luego entre retamas hasta los restos de la antigua escalera rupestre que conducía a la acrópolis indígena helenizada; quienes prosiguen más allá alcanzan las maccalube de Terrapelata, volcanes de barro que burbujean en los días más calurosos, testimonio vivo de la inestabilidad evaporítica de la zona. Visitar Monte Capodarso significa entonces recorrer una sola página de geología, arqueología y memoria minera, donde el fluir apacible del Salso refleja los colores del yeso y reúne en una sola mirada naturaleza áspera, antiguos puentes, minas olvidadas y el lento respiro de las aves migratorias que siguen el curso del agua hacia el mar.