Sus orígenes se remontan a 1531, cuando el conde Antonio III Moncada fundó un monasterio junto a una iglesia preexistente dedicada a Santa María de las Nieves. En 1590, gracias a una reliquia donada por la condesa Moncada—una astilla de la Cruz de Cristo—todo el complejo tomó el nombre actual, que aún hoy evoca su valor devocional e histórico. El edificio religioso se caracteriza por una sobria y solemne fachada del siglo XVII, realizada con sillares de arenisca local. Largas celosías marcan el frente principal, otorgando ritmo y ligereza visual a un cuerpo arquitectónico de líneas rigurosas. La planta interior es de nave única, reminiscencia de los modelos monásticos, concebida para dirigir la mirada hacia el altar mayor y hacia la reliquia custodiada en el transepto. A lo largo de los siglos, el monasterio y la iglesia sufrieron ampliaciones y transformaciones: en 1618 se añadieron nuevos talleres y estancias para las monjas, mientras que en 1625 se elevó una terraza orientada al sur, con fines recreativos o contemplativos. El traslado de las Benedictinas al Colegio de los Jesuitas en 1780 marcó una etapa de decadencia, aunque una restauración realizada en 1807 por Vincenzo Barile permitió el regreso de la comunidad monástica hasta las supresiones del siglo XIX. En 1924, por voluntad del obispo Giovanni Iacono, la iglesia adquirió el estatus de parroquia, asumiendo así un nuevo papel pastoral en la comunidad urbana. Conservado como bien cultural, hoy el complejo forma parte integrante del patrimonio histórico-artístico de Caltanissetta y se valora dentro de los recorridos turísticos y culturales de la ciudad, especialmente en las visitas a la histórica “Badia.”