Nacido como reforestación en los años cincuenta para frenar la erosión de los suelos yesífero-sulfurosos, hoy constituye el bosque equipado más extenso del Nisseno. Bajo sus copas aromáticas se cuentan 55 parrillas, 45 mesas y más de 500 asientos, a 400 metros de altitud, refugio veraniego ideal frente a las cálidas mesetas circundantes. Caminos de tierra y pistas forestales trazan circuitos ciclistas y de senderismo que alcanzan el Monte Gabbara, el Pizzo Cioccafa y la antigua mina de azufre Persico, con panorámicas que oscilan entre los 250 y los 612 metros de altitud y un desnivel suave apto también para familias.
Los claros acogen madroños, lentiscos y romero, mientras en las zonas más frescas crecen almez, roble pubescente y, en primavera, alfombras de asfódelos. Al amanecer es fácil sorprender el vuelo rasante del cernícalo o la abubilla que se lanza desde los troncos rosados de los eucaliptos; tras la puesta de sol, el bosque resuena con los cantos de la lechuza común y del grillo campestre. A lo largo de los recorridos, densas cortinas de retamas se alternan con terrazas de antiguos campos abandonados donde prosperan orquídeas silvestres (Ophrys fusca, Serapias lingua) y matas de esparto que brillan de plata bajo el viento de siroco. Aquí y allá afloran los restos de las casetas forestales de los años sesenta y los muros de piedra seca que delimitaban los viejos viñedos, testimonio de la colonización rural decimonónica de la zona.
El área, accesible todo el año, ofrece puntos de luz fotovoltaicos y paneles didácticos sobre la fauna local y el ciclo del azufre, memoria tangible de la economía minera que hasta los años ochenta marcó estas colinas. En verano, Mustigarufi se convierte en escenario de eventos verdes: desde paseos astronómicos hasta el “Eucalipto Fest” con talleres de destilación de esencias, y carreras de trail que enlazan el parque con la Reserva de Lago Sfondato. En un solo paseo, el visitante experimenta el abrazo sombrío de un bosque de importación ya naturalizado, la historia social de las reforestaciones y el infinito horizonte dorado de las colinas centrales de Sicilia, descubriendo que Mustigarufi es mucho más que un área de picnic: es un puente verde entre la memoria minera, la protección ambiental y el nuevo turismo lento.