Catedral de Santa María La Nova

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En el corazón de la plaza Garibaldi, núcleo de la vida ciudadana, la catedral de Santa María La Nova presenta una fachada con dos campanarios de calcarenita dorada, que al atardecer se ilumina con reflejos como un telón teatral.

Cattedrale di Santa Maria La Nova

Edificada entre 1570 y 1622, cuando Caltanissetta abría nuevos ejes urbanos más allá de las murallas aragonesas, la iglesia escenificó la ambición cívica de una capital de condado: el portal clasicista, las pilastras almohadilladas y el frontón partido introducen a un interior de planta de cruz latina de diseño renacentista, más tarde animado por el gusto barroco. Tres naves sostenidas por catorce arcos—cada una dedicada en su día a un personaje bíblico—conducen al amplio crucero coronado por una cúpula octogonal, que filtra una luz casi mediterránea sobre las policromías del pavimento marmóreo.

Entre 1718 y 1720, el flamenco Guglielmo Borremans transformó la nave central en una escenografía celeste: trampantojos, arquitecturas fingidas y una profusión de ángeles enmarcan la Inmaculada Concepción pintada en el altar mayor, mientras que a lo largo de la bóveda desfilan patriarcas y profetas que acompañan al fiel en la elevación de la mirada.

En las capillas laterales destacan la estatua de madera de la Inmaculada (1760), revestida de suaves pliegues de plata repujada, y el Crucifijo de fray Umile de Petralia, una escultura cargada de patetismo que, según la tradición, sudó durante la peste del siglo XVII. Cada 29 de septiembre, la iglesia se convierte en el corazón palpitante de la fiesta de San Miguel Arcángel: la valiosa efigie de plata del patrono desciende del altar y recorre las calles iluminadas, renovando un vínculo identitario que une liturgia y folclore.

Bombardeada en 1943, la catedral perdió sus vidrieras historiadas, recompuestas en los años cincuenta junto con la restauración de los estucos y la instalación de un órgano de dos teclados. Desde la escalinata exterior, la vista abarca la Fuente del Tritón y el tejido decimonónico de la plaza, mientras que en el interior el aroma del incienso, la penumbra de las naves laterales y los reflejos de los metales sagrados devuelven al visitante la atmósfera suspendida de un lugar donde el arte internacional y la devoción popular conviven fuera del tiempo, ofreciendo la clave para comprender la historia religiosa y civil de la Sicilia central.

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