Iniciado en la primavera de 1651 por el poderoso príncipe Luigi Guglielmo I Moncada, conde del condado nisseno, según el proyecto del arquitecto palermitano Carlo d’Aprile, el palacio nunca fue terminado debido al exilio madrileño de su promotor tras la fallida conjura antiespañola de 1647. La fachada, que nunca recibió su revestimiento superior, aún muestra la audaz serie de ménsulas esculpidas que debían sostener el inmenso balcón del piso noble, mientras que en el interior un gran patio conserva arcos rebajados y escudos en bajorrelieve. Convertido en orfanato en 1778 y más tarde en sede de la Corte de Apelación en 1892, a inicios del siglo XX la princesa Maria Giovanna de Bauffremont añadió una sala de estilo liberty para representaciones teatrales. En 1938, la familia Trigona lo transformó en cine-teatro, función que aún mantiene con el multicine “Moncada”, reflejo de su vocación cultural.
Adquirido parcialmente por el Ayuntamiento en los años setenta, el palacio fue restaurado recuperando las alturas originales de los salones y, desde 2010, alberga la Galería Cívica de Arte. Aquí, dos exposiciones permanentes narran la saga feudal de los Moncada a través de retratos, documentos y mapas históricos, y celebran al escultor nisseno Michele Tripisciano con modelos de yeso y bronces liberty. Las salas también acogen exposiciones temporales de gráfica, fotografía y arte contemporáneo: entre las más recientes, Colectiva A15 (septiembre de 2024), que reunió instalaciones y pinturas de jóvenes artistas isleños, y Los Sueños de San José, con 52 obras de arte sacro contemporáneo, evento incluido en el circuito “Vie dei Tesori”.
Visitar el Palacio Moncada significa recorrer cuatro siglos de historia entre esplendor nobiliario, cine de época y creatividad contemporánea. La entrada es gratuita, abierto de lunes a sábado (9:30–13:00 y 17:00–20:00), y accesible también para personas con discapacidad. Desde las ventanas del piso noble se pueden admirar los tejados color miel del casco histórico, mientras que las piedras ásperas de la fachada, iluminadas al atardecer, revelan la ironía de un palacio “suspendido” entre sueño de poder y regeneración cultural, hoy corazón palpitante de la escena artística nissena.