Dedicada a Santa Rita de Casia, la iglesia domina, con su fachada pintada de rosa y un campanario puntiagudo de 25 metros de altura, la escalinata que conduce a la pequeña aldea agrícola, enclavada entre el monte Pisciacane y las colinas circundantes.
El interior, de nave única, concluye en un ábside octogonal y alberga un altar de mármoles policromos que datan de la época de su fundación, mientras que las paredes sencillas acogen exvotos y pinturas devocionales que testimonian la profunda devoción popular hacia la “santa de los casos imposibles”.
Cada año, el 22 de mayo, la comunidad celebra la fiesta patronal con una misa solemne, procesión por las calles de la aldea y la tradicional bendición de las rosas, uniendo fe, folclore y solidaridad rural en un rito que renueva antiguos lazos.