Las imágenes muestran un edificio que, pese a su evidente abandono - revocos desconchados, aberturas tapiadas, vegetación que brota entre las grietas - conserva aún su dignidad y solidez estructural. Su arquitectura, típica de las estaciones rurales de la época, se caracteriza por un plano rectangular, una fachada sobria y funcional y un almacén adosado, esencial para la logística del transporte de mercancías, especialmente el azufre. Aunque deteriorado y marcado por el tiempo, el edificio conserva los marcos de piedra de las aberturas y una composición equilibrada que deja entrever su elegancia original. Cerca del acceso al recinto se encuentra la casa del guardagujas, una construcción más modesta y compacta, también abandonada pero reconocible en su función. Su sencillez estructural, con tejado a dos aguas y pocas aberturas, refleja su papel de puesto de vigilancia del paso a nivel y del tramo ferroviario. Ambos edificios son testigos mudos de un proyecto interrumpido - fantasmas arquitectónicos inmersos en un entorno urbano moderno que acentúa su soledad y el recuerdo de un pasado industrial.
En 1929, con el primer tramo casi terminado y el segmento Delia–Sommatino con más del 60 % de avance, el proyecto fue revisado: se modificó el trazado a Canicattì–Riesi–Mazzarino–S. Michele di Ganzaria, para enlazar con la línea Piazza Armerina–Caltagirone, y se optó por la vía estándar. Durante los años 30, las obras se extendieron hasta el tramo Sommatino–Riesi, pero el declive de la industria del azufre hizo desaparecer la motivación principal. En 1937, se disolvió el contrato con la empresa constructora y los trabajos se interrumpieron definitivamente. Tras la guerra, el plan ferroviario siciliano de 1948 previó solo el tramo Canicattì–Riesi, dejando el resto del proyecto abandonado- un “segundo tiempo” que nunca llegó. Así, los 41,474 km permanecieron inacabados: todas las obras civiles se completaron, pero los rieles nunca se colocaron, dejando tras de sí el eco silencioso de un sueño industrial frustrado.