Fundada en la década de 1830, la mina se desarrolló gracias a la riqueza de los yacimientos yesífero-azufreros y contribuyó de manera decisiva a la economía local, atrayendo mano de obra de toda Sicilia.
La entrada principal, hoy parcialmente restaurada, conserva la fachada original de ladrillo rojo y los arcos de piedra caliza, mientras que en el interior se extienden galerías excavadas en la calcarenita que alcanzaban profundidades de más de 150 metros.
Restos de instalaciones de enriquecimiento, hornos Gill y vagonetas Decauville narran la tecnología de la época, mientras que las pequeñas cruces blancas en el cementerio de los «carusi» recuerdan el tributo humano pagado por los jóvenes trabajadores.