Situado en una zona protegida por el Demanio Forestal, hoy alberga un eucaliptal plantado hacia finales de los años 50. El uso del eucalipto se debía a la notable capacidad de enraizamiento de las especies utilizadas, a su rápido crecimiento y cobertura del suelo, a la supuesta ausencia de adversidades bióticas, a la simplicidad de los procedimientos de plantación y a su capacidad de rebrote tras incendios posteriores a la plantación. Todos estos factores permitían obtener una cobertura arbórea en tiempos relativamente breves, incluso en amplias superficies. La forestación de extensas áreas del interior colinoso siciliano fue favorecida no solo por la necesidad de defensa hidrogeológica de las laderas, sino también con el objetivo de crear en la isla una industria del papel y la celulosa, con la construcción y funcionamiento de una fábrica papelera en Fiume Freddo di Sicilia (CT). Sin embargo, pronto se evidenciaron errores en ambos usos, relacionados con el desconocimiento de las exigencias ecológicas de las especies de eucalipto empleadas, lo que llevó a abandonar los proyectos tanto de defensa hidrogeológica como de productividad. Hoy, el bosque, poblado también de pinos y cipreses, ofrece agradables senderos excursionistas que atraviesan crestas, manchas verdes y antiguas estructuras mineras, creando un paisaje de gran atractivo.
Desde el punto de vista geológico, la zona se sitúa dentro de la gran cuenca yesífera-azufrera siciliana, un complejo de edad supramiocénica particularmente rico en sales y minerales. Esta riqueza natural favoreció, entre los siglos XIX y XX, el desarrollo de numerosas minas de azufre. Se cuentan al menos una decena de concesiones mineras que transformaron el monte Gabara en un infierno dantesco cuando los hornos de fundición entraban en actividad para separar el azufre —el oro del diablo— de la ganga, compuesta específicamente por roca yesífera. Hoy, una virtuosa actividad de recuperación y valorización ha permitido la apertura turística de dos de las muchas minas presentes: la Persico y la Giunta, ofreciendo al visitante la posibilidad de sumergirse en la historia de la civilización minera. Las galerías (dos particularmente visitables con total seguridad), los hornos de fundición y lo que queda de los locales de torno y viviendas cuentan historias antropológicas cargadas de emoción.
A pocos pasos del bosque fluye el río Salito, un curso de agua que atraviesa las suaves colinas del Nisseno y que ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo histórico y agrícola de la zona. El topónimo medieval Casale Chaliruni, que designaba el primer núcleo habitado de San Cataldo, deriva precisamente de la presencia del río y del término griego Kalyroon, que significa «fluir con suavidad». Alimentado por manantiales estacionales y arcillosos, el Salito ha favorecido durante siglos el cultivo de huertos, frutales y la vida pastoral, enriqueciendo la biodiversidad del territorio.