Fundado en 1531 por el conde Antonio Moncada, el monasterio de las Benedictinas permaneció durante varios siglos como el único convento femenino de la ciudad. Estaba dedicado al Santo Salvador hasta 1590, cuando tomó el nombre de Santa Croce gracias a una valiosa reliquia de la Santa Cruz de Cristo que doña Luisa Moncada había donado al convento.
En el convento se educaban las niñas de las familias acomodadas de la ciudad, pero también había un cierto número de huérfanas mantenidas por la generosidad de los benefactores. La iglesia presenta una fachada muy original debido a la presencia de una larga hilera de ventanas protegidas por gelosie - rejas de hierro con una típica forma saliente hacia el exterior - coronadas por un campanario de espadaña descentrado respecto a la simetría del conjunto.
El portal de entrada parece haberse adaptado de una entrada secundaria, enriquecida posteriormente con un frontón curvilíneo partido y decorada con un bajorrelieve en piedra.