Se trataba de un dispositivo de madera a través del cual las madres – a menudo solas o en grave dificultad – podían confiar de manera anónima a sus hijos al cuidado de las monjas. Era un gesto doloroso, pero que para muchas mujeres representaba la única posibilidad de salvación para esos niños.
Los recién nacidos más fuertes lograban sobrevivir y crecían dentro del convento, cuidados por las religiosas. Los más frágiles, lamentablemente, no lo conseguían y eran enterrados en el cementerio anexo al convento, que hoy corresponde al área donde se encuentra el aparcamiento Medaglie d’Oro, justo detrás del edificio religioso.
Ese mismo cementerio también acogía a los hijos ilegítimos de los nobles de Caltanissetta, nacidos fuera del matrimonio. En algunos casos, las madres acudían en secreto a visitar sus tumbas, amparadas por el silencio y el anonimato.
Las voces populares cuentan además otra historia, más oscura y controvertida. Se dice que, a lo largo de la galería que unía el convento de Santa Croce con el de San Domenico, tenían lugar encuentros secretos entre monjas y frailes dominicos. De esas supuestas relaciones clandestinas habrían nacido niños que – siempre según los rumores – eran luego abandonados en ese mismo pasaje subterráneo, en un intento de ocultar para siempre su existencia.