La Bella Castellana

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En el corazón de las antiguas murallas de Delia aún se cuenta la historia de una joven llamada Beatriz, a quien el conde de Delia cuidaba como a una hija, aunque terminó enamorándose de ella.

La Bella Castellana

La leyenda narra que, al no poder casarse con ella por orden del rey, quiso de todos modos darle un destino noble y la confió a los cuidados de su fiel castellano, Bernardo Di Marco. Así, Beatriz se convirtió en señora de la fortaleza, obteniendo el título de castellana, y con el tiempo dio a luz a una bellísima hija. Fue un periodo feliz, interrumpido por un rico vasallo, Roberto Martorana, quien se enamoró de la joven y recurrió a toda clase de artimañas para conquistarla. Beatriz rechazó sus deshonestas proposiciones y, manteniendo su dignidad, amenazó con denunciarlo al conde.
Despechado, el vasallo esperó el momento propicio para desatar su pasión y su venganza. Cuando las campanas de las Vísperas anunciaron la insurrección de Sicilia, Roberto Martorana y su hermano Job se aliaron con los franceses y se deshicieron del castellano matándolo. Aterrorizada, Beatriz intentó huir con su hija, pero Martorana se interpuso en su camino, amenazándola de muerte si no cedía a sus deseos. El conde de Delia acudió en su ayuda, pidiendo auxilio a los guerreros del rey Federico. Los habitantes de Delia se alzaron y capturaron a los hermanos Martorana, que fueron arrastrados por dos caballos durante más de una milla. Poco tiempo después, Beatriz se convirtió en condesa de Delia.

En verano, una recreación histórica celebra la figura de Beatriz con desfiles de época, luminarias artesanales y banquetes a lo largo de las calles, mientras el eco de sus virtudes resuena en los callejones. Así, entre mito y realidad, la leyenda de la Bella Castellana sigue otorgando a Delia un halo de misterio y belleza, invitando a los visitantes a descubrir un pasado donde el amor y el valor moldearon la historia de un pequeño feudo siciliano.

Historia de la Bella Castellana de Nicolò Speciale

Pero que los fieles teman y los leales súbditos se horroricen ante los hechos de Delia. En aquel castillo había dos hombres malvados, uno llamado Giobbe y otro Roberto de Martorana, en quienes el señor del castillo confiaba más que en sus otros criados. Estos hombres, sin temer el oscuro estigma de la infamia ni el castigo merecido por los traidores, fijaron sus ojos codiciosos en la esposa y la hija del castellano, que ejercía las funciones de su señor. Así degollaron al castellano, violaron a su esposa y a su hija, y entregaron el castillo al enemigo.

Pero antes de que llegaran las ayudas que habían pedido al duque, uno de los hombres del castillo, incapaz de soportar en su alma tanta traición, hizo llamar en secreto a Berengario de Entenza, uno de los guerreros del rey Federico, que se hallaba cerca de las fronteras enemigas, y, amparado por la noche, lo hizo entrar en el castillo por una puerta trasera.
De este modo, el castillo volvió al rey, y los autores de tanta maldad, atados a las colas de los caballos y arrastrados por el suelo, fueron castigados con la pena suprema del patíbulo, castigo debido a los traidores y violadores, pero justo para tan enormes excesos.

Nicolò Speciale, “Historia Sicula”, Libro V, Capítulo XVIII, en Bibliotheca Scriptorum qui res in Sicilia gestas sub Aragonum Imperio rettulere, editado por Rosarius Gregorius, Palermo, Imprenta Real, 1791.