Fue en este contexto que un fraile capuchino, Fra Francesco Giarratana, vio aparecer un ángel en el cielo de Caltanissetta, vestido con ropajes militares, impidiendo que un hombre afectado por la peste entrara más allá de las murallas de la ciudad.
La figura angelical se presentó al fraile como el Príncipe de los Ángeles y, declarando haber salvado a Caltanissetta de la peste, pidió que se erigiera un santuario para su culto y que fuera venerado como protector de la ciudad.
El fraile, entonces, comunicó la visión celestial a las autoridades religiosas y civiles de la ciudad y se dirigió con ellas al lugar indicado por el Arcángel — correspondiente hoy a la Via Sallemi — donde encontraron a un hombre afectado por la enfermedad que había muerto antes de poder atravesar las murallas protectoras de la ciudad, salvándola así de la propagación de la epidemia.
Cerca de ese lugar se encuentra hoy el convento dedicado al Arcángel Miguel, y durante el mismo año 1625, se encargó al escultor de Nicosia, Stefano Li Volsi, la realización del simulacro de madera, que todavía hoy se lleva devotamente en procesión.