El inicio de “Candido, ovvero un sogno fatto in Sicilia” (“Candido, o un sueño hecho en Sicilia”) de Leonardo Sciascia dice: “Candido Munafò nació en una cueva, vasta y profunda, al pie de una colina de olivos, en la noche del 9 al 10 de julio de 1943.” Esa cueva, idealmente situada en el territorio de Serradifalco, evoca el paisaje yesífero y las antiguas minas de azufre que durante décadas marcaron el rostro del interior nisseno: un lugar de trabajo y esfuerzo donde la extracción de azufre se entrelazaba con la vida cotidiana, en un contexto durísimo pero lleno de solidaridad. Aquí, Sciascia retoma tanto el simbolismo clásico del nacimiento en una cueva, signo de un destino extraordinario, como la realidad histórica de un pueblo que, en la trágica noche del desembarco aliado, vio nacer a un niño mientras el mundo a su alrededor estaba a punto de cambiar de manera irreversible. Esta apertura rinde homenaje inmediato a las raíces y contradicciones de Sicilia, una tierra que, entre luz y sombra, conserva aún hoy en sus cuevas y olivares el encanto de un tiempo suspendido.